Pequeña biografía que te interese destacar:
Desde muy temprano me empeñé en tomar derroteros distintos respecto a los del modelo educativo tradicional. Podría decirse que soy un claro ejemplo de fracaso escolar. Con doce años repetí Primero de Secundaria. Con dieciocho, dejé los estudios de Bachillerato para centrarme en lo único que se me daba medio decente: el deporte. Cinco años después, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte tuvo a bien concederme un distintivo que me acreditaba como el mejor alumno del panorama nacional. No les guardo rencor, siempre dudé de su eficacia.
¿Cómo definirías en un máximo de cinco líneas de qué trata tu libro y por qué deben comprarlo los lectores?
Cada persona guarda en secreto una oscuridad que muy pocos conocen. Una oscuridad capaz de causar estragos, espeluznante, destructiva, pero tan indispensable como el aire que respiramos. La disfrazamos y ocultamos. Incluso es probable que no lleguemos a mostrarla en toda la vida, pero existe. Eso también somos nosotros.
A través de una trama que busca sembrar de interrogantes las convicciones del lector, No soy valiente pretende naturalizar esa oscuridad con la que convivimos.
¿Cuál es el principal objetivo que te planteaste con la escritura de esta obra?
Los prejuicios son una bola de nieve que, a medida que avanza, se retroalimenta de la ignorancia y el miedo. Gracias a las lecturas que me han acompañado a lo largo de estos últimos años he conseguido liberarme de un sinfín de prejuicios.
¿Un error puede empañar toda una vida ejemplar? Puede. Mi objetivo es invitar al lector a ver más allá de lo que nos cuentan; a cuestionarse todo; a buscar la razón de porqué la sociedad repite esos errores. En definitiva, agrandar el agujerito por el que muchos, entre los que me incluyo, en ocasiones observamos miedosos el mundo.
¿Qué es para ti ser escritor/a? ¿Te cuesta utilizar esa palabra para definirte?
Autopublicar No soy valiente no es un sueño cumplido y ya está, sino el comienzo. Cuando me siento a escribir imagino que es mi trabajo y mi sustento depende de ello. Me siento cómodo bajo esa presión.
A menudo oigo que cualquiera puede ser escritor porque solo hay que sentarse a escribir. Eso es como afirmar que comprarse una tabla te hace surfista o seguir una receta te convierte en chef. Sé que no soy un gran escritor. Quizá mucho de lo que escriba nunca llegue a nada. Pero también sé que soy escritor. ¿La razón? No puedo parar. Aunque me arruine intentándolo y nunca venda un libro, es lo que deseo ser.
¿Qué ha sido lo más bonito y lo más difícil de todo el proceso de publicación de tu libro?
Lo más bonito: participar en la edición desde el borrador definitivo hasta que sostuve el primer ejemplar en mis manos. Tal vez lo más difícil también haya sido eso; la responsabilidad de tomar decisiones durante todo el proceso y dar el visto bueno a un texto imperfecto temiendo que albergase alguna errata.
¿Les aconsejarías a otros escritores que se embarcaran en la aventura de la autoedición?
Claro. Me parece el cauce más adecuado para todo el que pretenda darse a conocer en un mercado tan saturado como es el literario. Sensatez, valentía y una pizca de descaro son los ingredientes necesarios para alcanzar nuestras metas sin caer en pajas mentales ni frustraciones. Uno no es consciente de sus verdaderas posibilidades hasta que se enfrenta a la autoedición.
¿Cuál ha sido tu experiencia con Rubric?
Me siento en deuda con ellos. Además de hacer un trabajo magnífico, han logrado despejar cualquier obstáculo y disipar los miedos que me impedían publicar mi manuscrito.
¿Qué sentiste cuando tuviste el libro entre tus manos?
Cuesta creerlo. Después de años de trabajo... Es una sensación difícil de describir. Quieres dilatar el momento, quedarte en ese instante en que solo existís el libro y tú.
¿Algún consejo para escritores que están empezando?
Si algo he aprendido es que nadie puede enseñarte a escribir. Constancia. Lee y escribe; escribe y lee. Es el mejor consejo que puedo dar.
Algo que desees añadir…
La felicidad es solo la ilusión de la felicidad.
Si estamos preparados para afrontar esta verdad, ser feliz resulta bastante asequible. Se trata de un principio que aplico constantemente, tanto a la escritura como a los objetivos que anhelo alcanzar como escritor.
Últimamente nos gusta cerrar nuestras entrevistas con una pequeña batería de frases que requieren una respuesta muy breve, ¡vamos a ello!
Tu principal fuente de inspiración es… Dormir. Los sueños son mi más inagotable fuente de inspiración.
Para llamar a las musas nada como… No creo en musas. Prefiero pegar el culo a la silla un día, y otro, y otro... Invertir ingentes cantidades de horas para pulir un mísero párrafo. Esa es la clave.
Tu lugar preferido para escribir… Cualquier rincón sin ruido.
¿Prefieres el día o la noche?, ¿el silencio o algún sonido de fondo? La noche y el silencio.
¿Libro electrónico o libro en papel? En papel. Siempre.
¿Alguna superstición? Ninguna.
Un sueño como escritor/a… Me sentiría inmensamente satisfecho si alguien utiliza algo de lo que escribo para un fin. Si, una tarde cualquiera, oigo en un bar o leo en las redes sociales, por ejemplo, alguna de mis frases.
Tu escritor/a favorito/a… No podría elegir solo a uno. Tal vez David Trueba sea el escritor al que más horas he dedicado.
Un personaje literario que te cautivara especialmente… Tyrion Lannister.
La novela que te hizo llorar… El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl.
Por último, nos gustaría conocerte un poquito mejor, ¿te animas a responder a nuestro apartado “muy personal”?
Tu comida favorita es… La pizza de queso.
Serías capaz de insultar si… Por respeto, insulto mucho menos de lo que me apetecería. Insultar es sano.
Tu ciudad favorita es… Ámsterdam.
Lo que te hace más feliz… La fugacidad de esos atardeceres sin horas, sin responsabilidades ni preocupaciones, rodeado de agua salada, flores despiertas y sonrisas habituales.
Lo que más odias de este mundo… La traición.
Una manía personal… Suelo mordisquear mis dedos mientras escribo.
¿De qué te disfrazarías en una fiesta de disfraces?... De El Sombrerero Loco.
Ahora mismo estás leyendo... Actos humanos, de Han Kang.
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