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Gustavo de Los Bueis Martínez

Me define el término "escritor de cercanías": alguien que registra fielmente las travesías cotidianas y las pequeñas o grandes reflexiones encontradas en el camino, para compartirlas en un entorno muy próximo.


Pequeña biografía que te interese destacar:
Gustavo De Los Bueis Martínez, médico de familia en Amorebieta-Etxano (Bizkaia), senderista y tutor de residentes en formación. Muy conocido como hábil simulador de cólicos al riñón cuando le formulan preguntas difíciles.
Empecé a escribir por la más sencilla de las frustraciones: pronto me di cuenta de que mi mente parecía moldeada para la réplica diferida. Cuando el interlocutor llevaba ya más de una hora desvanecido del escenario de la conversación, convencido de haberme dejado sin palabras, emergía entonces —nítida aunque tardía— la respuesta que habría querido ofrecerle; y ya sólo quedaba concederle la existencia al fijarla en el papel.

¿Cómo definirías en un máximo de cinco líneas de qué trata tu libro y por qué deben comprarlo los lectores?
"Los días inclinados" es un mapa emocional disfrazado de guía de senderismo. Es un recorrido por el paisaje interno de la duda, el esfuerzo y la curiosidad por explorar. Léanlo si alguna vez han sospechado que caminar cuesta arriba y vivir se parecen demasiado.

¿Cuál es el principal objetivo que te planteaste con la escritura de esta obra?
Mi principal objetivo es que este desfile de letras escritas genere anticuerpos frente al tedio. Mi deseo es que prenda en el lector una fugaz fiebre de ilusión, un destello de humor o alguna reflexión singular.
Ilusión, humor y reflexión serán los polizones que, atrapados entre las páginas, naveguen silenciosamente en este barco de papel.

¿Qué es para ti ser escritor/a? ¿Te cuesta utilizar esa palabra para definirte?
Ser escritor es transitar la vida y sentir el impulso íntimo de pensar: “Esto debo contarlo, aunque nadie me lo haya pedido”.
Reconozco que me cuesta acoger para mí la palabra "escritor", pues la reservo para aquellos cuya obra logra importar genuinamente a otros. Por eso, quizás, me defina mejor el término "escritor de cercanías": alguien que registra fielmente las travesías cotidianas y las pequeñas o grandes reflexiones encontradas en el camino, para compartirlas en un entorno muy próximo.

¿Qué ha sido lo más bonito y lo más difícil de todo el proceso de publicación de tu libro?
Lo más hermoso de publicar ha sido descubrir una doble emoción, como si dos corrientes distintas se encontrasen en el mismo cauce.
Por un lado, un profundo alivio: "Por fin esto existe fuera de mí, por fin tiene un lugar físico al que puedo acudir para leerme y recordarme".
Por otro lado, surge una delicada inquietud: la conciencia de que alguien más lo habitará, le pondrá su respiración, su lupa y su criterio. Es el instante exacto en que comprendes que el libro ya no te pertenece por completo.
Publicar es una sutil ceremonia de entrega. Se parece a ese primer día en que dejas un hijo en la escuela: sabes que es necesario, que debe suceder, pero sientes, al mismo tiempo, que lo estás perdiendo un poco en favor del mundo.
Lo más difícil, sin duda, fue admitir la torpeza selectiva del autor: esa humildad forzosa al concluir que soy capaz de leer un mismo párrafo mil veces y fallar sistemáticamente en detectar la errata sibilina.
Esos pequeños errores son verdaderos polizones del lenguaje. Hablo de ese verbo que muta de pasado a presente de forma inexplicable, de la coma anárquica que se lanza al texto para incrustarse donde no debe, o del personaje que, siendo el mismo, se apellida García en la página 12 y Garcés en la 128, y sin que a mi propia mente le llamara la atención.
La corrección es una guerra silenciosa contra la tiranía del detalle. Es ahí donde el texto, justo cuando crees haberlo dominado, te demuestra que siempre habrá alguna sorpresa agazapada a la vuelta de un punto y aparte, lista para sabotear la armonía del texto.

¿Les aconsejarías a otros escritores que se embarcaran en la aventura de la autoedición?
Sí, sin ninguna duda. Si alguien siente el impulso de compartir su voz y tiene la disciplina para gestionar el proceso, la autoedición es una aventura enormemente gratificante.
Para mí, ha sido vital. No solo he logrado que mis expectativas se cumplieran, sino que el proceso me permitió mantener el control absoluto sobre la esencia del libro: desde el diseño y la maquetación hasta el mensaje final. Es la vía más directa para asegurar que el barco de papel navegue en la dirección elegida por su tripulación.
Es cierto que exige un esfuerzo extra en la corrección y promoción, pero a cambio, te ofrece la inigualable satisfacción de ver tu obra nacer sin intermediarios.

¿Cuál ha sido tu experiencia con Rubric?
Mi experiencia con Rubric ha sido la de encontrar un excelente refugio de montaña: un lugar cálido, con provisiones y con gente que conoce muy bien la ruta.
Al principio, publicar se siente como iniciar un sendero complejo en solitario. Sin embargo, el equipo de Rubric funcionó como esos guías profesionales que saben perfectamente por dónde se asciende sin resbalar, indicándote los pasos clave y anticipando los desvíos.
Me he sentido completamente cómodo, escuchado y acompañado en todo el proceso. Es un apoyo esencial que te permite estar centrado en lo importante: que el libro llegue a puerto de la mejor forma posible.

¿Qué sentiste cuando tuviste el libro entre tus manos?
Sentí una gran emoción, la culminación de un largo sendero. Pero este éxtasis se encontró de inmediato con el inicio de una nueva y profunda responsabilidad.
Al tenerlo entre las manos, era como si la portada me hablara, lanzándome un desafío existencial: “Ya estoy aquí, lo que tanto deseabas. Ahora te toca defenderme y escuchar lo que de mí se diga... ¿O es que lo que se diga de mí no es lo mismo que lo que digan de ti? ¿Acaso no somos ya lo mismo?”
Fue un momento de realidad tangible: el pensamiento se había convertido en objeto y, de pronto, ese objeto se erigía como una extensión de mí, con vida propia, que debía ser entregada y exponerse ante el juicio del mundo.

¿Algún consejo para escritores que están empezando?
Que no se obsesionen con escribir bien, sino con escuchar mucho. Las historias no suelen llegar como relatos perfectos, hay que trabajarlos, darles la forma adecuada: las ideas entran sin llamar, se sientan donde no deben y a veces parecen meras tonterías… hasta que después, las miras de reojo y de pronto descubres que venían a contarte algo importante. Les diría que escriban aunque el día sea torpe, aunque las frases salgan cojas e inconexas. Que acepten que cada idea esbozada tiene sus fases: primero bosteza, luego protesta, luego se deja corregir y al releerla días después ..., se da uno cuenta de que esas mismas páginas sonríen ahora de otra manera muy diferente.
El músculo de la obra se entrena con la repetición, no con la genialidad inicial.

Algo que desees añadir…
Sí, que la escritura es una danza de dos.
Cada página es un espejo activo que, con el tiempo, nos devuelve un reflejo sutilmente diferente de nosotros mismos. Al regresar al texto para cincelar una frase o corregir un vocablo, descubrimos una verdad oculta:con la misma pasión con que el autor moldea la obra, la obra de algún modo le devuelve el gesto, cincelando a su vez al autor. Por eso ...., nadie vuelve a ser exactamente el mismo después de escribir algo.

Últimamente nos gusta cerrar nuestras entrevistas con una pequeña batería de frases que requieren una respuesta muy breve, ¡vamos a ello!

Tu principal fuente de inspiración es… Mi principal fuente de inspiración es un triángulo amoroso perfectamente desordenado entre el insomnio, el café y las ideas más lúcidas que deciden tocar a la puerta justo cuando el mundo ha decidido silenciarse y apago la luz.

Para llamar a las musas nada como… Cada escritor tiene su ritual para atraer a las musas. En ese sentido yo no arriesgo. Voy a lo clásico, a lo que nunca falla: dejar un cuenco de leche tibia y tres plumas de colibrí en el alféizar de la ventana a medianoche, o bien, sentarme frente a un muro de ladrillo sin pintar y esperar a que el aburrimiento de sus ocres termine por dibujarme una ventana.

Tu lugar preferido para escribir… Es el asiento de ventanilla de un autobús nocturno que atraviesa una ciudad desconocida, donde la luz intermitente de las farolas me dicta el ritmo de las comas.

¿Prefieres el día o la noche?, ¿el silencio o algún sonido de fondo? Mi verdadera inspiración florece en el limbo dulce de la madrugada, no al despertar, sino al regresar a la cama después de besar el primer café, cuando aún me quedan dos horas de silencio absoluto antes de zambullirme, de nuevo, como cada día, en el mundo y la dictadura de sus prisas.
Y silencio sí, mucho silencio.

¿Libro electrónico o libro en papel? Yo elijo, sin dudarlo, el libro en Papel, porque un libro tiene cuerpo, tiene tacto, tiene tapa, y contratapa sobre la que poder llorar, y yo necesito ese abrazo sensorial para conectar con sus embrujos.

¿Alguna superstición? Supersticiones sí, las tengo. Jamás puedo empezar un capítulo ni dar pie a una revelación crucial a menos que esté usando mi pijama gris de franela a cuadros, con el bolsillo descosido. Sin él, los giros no brotan, todo es vacío sin letras, hojas desnudas de tinta, y lenguaje deshabitado de palabra.
Para mí, no es solo vestimenta, sino un atuendo lírico. Transito con él las escaleras; aquellas que conducen al sótano emocional de la trama. Escribir en pijama es un acto muy íntimo.

Un sueño como escritor/a… Aspiro a que este desfile de letras escritas genere anticuerpos frente al tedio, y así prendan pequeñas fiebres de ilusión en el alma de quien lee, fugaces destellos que quedarán atrapados en el libro como polizones …, en un barco de papel.

Tu escritor/a favorito/a… Mi escritor favorito es, sin duda, el mago que hace que interrumpa a menudo la lectura para mirar el horizonte, como si sus palabras hubieran abierto una ventana inexplorada en mi propio paisaje interior.
Me seduce quien domina un ingenio tan absurdo que invita a habitar una casa mental donde las leyes de la física han sido suspendidas con arte. Allí, cada mueble está deliberadamente torcido y desafiante, y sin embargo, la distribución encaja con una belleza impecable imposible de razonar.

Un personaje literario que te cautivara especialmente… Mi personaje literario por excelencia es, sin duda, la sardina que Santiago utilizó como carnada para el pez espada en "El viejo y el mar", de Ernest Hemingway.
Me cautiva porque representa la humildad sacrificial más extrema. Mientras todos hablan de la épica del anciano cubano en la Corriente del Golfo y de la bravura del pez espada, la sardina es en mi opinión la verdadera heroína silenciosa de la novela.

La novela que te hizo llorar… “El niño con el pijama de rayas” de John Boyne. El final es una punzada desgarradora que te deja sin aliento. Lloré por la ceguera adulta que permite tales horrores, vistos a través de los ojos de la inocencia infantil.

Por último, nos gustaría conocerte un poquito mejor, ¿te animas a responder a nuestro apartado “muy personal”?

Tu comida favorita es… Mi comida favorita no tiene nombre ni receta. Es aquella que, sea lo que sea, la disfruto sin la voz siniestra del telediario de fondo. La prefiero en el más absoluto silencio o acompañada de una buena conversación, pero nunca con la banda sonora de las tragedias globales. Para mí, el mejor sabor es el de la paz, sea cual sea el alimento.

Serias capaz de insultar si… No insulto nunca, pero sí me tienta quien tiene por afición desabrillantar historias, desmontar hipérboles, desmantelar ficciones y desangrarlas de fantasía, dejando a la vista la verdad desnuda, tan fría, tan común, tan áspera. Desoiría a quien insistiera en desacreditar los ingenios de la imaginación, como a quien dijera que el pez espada de "El Viejo y el mar", de Hemingway no era en realidad un pez colosal sino un pez minúsculo, un garabato viviente sin épica, un pez sin particularidad que luego fue exagerado por la natural grandilocuencia con la que tiende a recordar el ser humano.

Tu ciudad favorita es… Mi ciudad favorita es aquella sobre la que no se cierne la sombra de ninguna amenaza militar y donde la mayor preocupación de sus habitantes es si el frío cederá a tiempo para que la primavera se adelante con su promesa de flores. Es, simplemente, cualquier ciudad en calma.

Lo que te hace más feliz… Mi mayor felicidad reside en ese intercambio mudo y fugaz que ocurre en el encuentro de las miradas. Es ver "en los ojos de quien me da tanto sin saberlo", la diminuta luz de la reciprocidad: sentir que han reconocido y aceptado mi agradecimiento, que mi mirada ha logrado devolverles, aunque sea una pizca, algo de la inmensa generosidad que me han entregado.

Lo que más odias de este mundo… La prisa. Si de mí dependiera, a la prisa le pondría una multa por exceso de velocidad y conducta temeraria, y como tratamiento le recetaría un buen psicoanalista. A la prisa le recetaría mindfulness, aunque sospecho que su aprovechamiento sería escaso por su propia naturaleza hiperactiva. Que aprenda a respirar, a escuchar el viento, a sentarse sin mirar el reloj… y tal vez, solo tal vez, así entienda lo que significa disfrutar del tiempo en lugar de atropellarlo.
También odio los bosques de eucaliptos. Y los microplásticos. Y la sinceridad de los espejos. Y las plantas soberbias que, a la vista está, no agradecen mis cuidados.
Y aprovecho para expresar mi aversión más profunda hacia esas siluetas que habitan el cristal del telediario: aquellos que han pervertido el mundo con su presencia. Odio a los arquitectos del dolor, vestidos con traje.

Una manía personal… Imposible escribir y concentrarme con la banda sonora de fondo de un tic-tac de reloj.

¿De qué te disfrazarías en una fiesta de disfraces?... De rebeco, Rupicapra rupicapra. Porque no hace falta nudo de corbata. Y porque así a nadie sorprenderá que permanezca indiferente pastando en las conversaciones.

Ahora mismo estás leyendo... Me alegra mucho esa pregunta porque precisamente estoy leyendo el libro con la trama mejor cosida que jamás haya podido encontrar, libro de lectura muy exigente que precisa de una concentración absoluta. A nadie deja indiferente. Estoy disfrutando, y al mismo tiempo tratando de entender cada detalle, cada matiz, cada giro de este libro que me está resultando fascinante. No es muy conocido, pero merece mucho la pena perderse entre sus páginas. Se titula “Los días inclinados”. El público debería echarle un vistazo y darle una oportunidad.
Además lo edita una gente estupenda.

Redes sociales de Gustavo de Los Bueis Martínez:

E-mail: gusbueis@yahoo.es

 

 

Libros escritos por Gustavo de Los Bueis Martínez

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  • Los días inclinados

    Un mapa emocional disfrazado de guía de senderismo. Es un recorrido por el paisaje interno de la duda, el esfuerzo y la curiosidad por explorar.